WEEKEND | 6 FEB 2021

PALADAR NORTE

Mucho pop, pero poca salsa

Una crónica brutalmente honesta de mis experiencias gastronómicas en nuestra zona.



Sábado de enero. Oscuro y lluvioso. Siete de la tarde. Julieta escribe para confirmar que su marido sale con los amigos y ella se queda con los chicos. Un breve intercambio de mensajes, y organizamos juntadita de chicas. ¿Hay algo más estimulante que un plan que surge así, de manera espontánea, para ver amigas? En esta etapa de la vida y recién parida, te digo que no.

Como no tenía leche congelada en el freezer, avisé que iba con la chiquita. Celeste comentó que llevaba sidra y gomitas de menta. Yo sumé Coquita light. Listo, todo organizado.

Veinte minutos después, en una casa en 17 y Rivadavia, en el corazón de City Bell, veíamos por la ventana cómo la lluvia lo cubría todo. Bebida helada de por medio, alguien tira el comentario más temido del mundo en la historia de la humanidad: "¿Qué comemos?".

Julieta comentó que tenía 35 % de descuento en Rappi y que quería comer "algo onda wok". Leímos las opciones de lugares que prepararan este plato, que incluían nombres como SushiClub, Kudasushi, Sushi Pop… "¡Sushi Pop! ¡Quiero probar Sushi Pop!", grité.

Las opciones sonaban increíbles. No tardamos nada en decidirnos e hicimos el pedido. Después de lidiar con la incertidumbre de en qué maldito paso se insertaba el código de descuento ("¡Hola, vejez incipiente!") estaba todo listo. "El repartidor ya está en el local esperando tu pedido".

Al cabo de un rato, donde los temas incluían habitaciones separadas en la convivencia, la falta de piezas dentarias a los 40 para comer gomitas y las crisis de la mediana edad, llegó el pedido. Fue una espera moderada, pero el hambre crepitaba. 

No más abrir los recipientes de Telgopor —que quedarán en la Tierra hasta el fin de los tiempos—, el panorama era desolador: el plato de salmón que venía con quinoa no traía quinoa, sino arroz; un arroz seco, carente de sabor, de amor ¡Y DE SALSA DE SOJA! Señor, mezquíneme lo que quiera, pero en un plato de este estilo, la soja no se amarretea. La salsa teryaki que iba a acompañar el salmón brillaba por su ausencia, menos mal que el pescadito se la banca sin compañero. 

El plato de bondiola de cerdo tenía los trozos de carne más grandes que cualquier asiático haya visto jamás, y la "coleslaw" que iba ser la guarnición eran unas tiras de repollo y zanahoria tiradas arriba de otro arroz seco, bien seco. El pad thai fue el claro ganador de la noche, pero vamos, éramos tres, y él, uno solo. 

No fue un pedido económico, no fue una experiencia agradable, pero nos sacó el hambre, que, claramente, no es consuelo de nadie.

Por Vera White

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