martes 30 de abril de 2024 - Edición Nº1973

Weekend | 20 feb 2021

Paladar Norte

La Chimbotana de City Bell: Si la vida te da limones, no los uses todos

Esta vez no hubo ida ni vuelta. Cuando Julieta sugirió el restó peruano, la confirmación fue unánime.


El viernes que daba comienzo al finde largo de carnaval y acompañadas por la invasión más feroz de mosquitos que puedo recordar, nos reunimos en 13 C entre 472 y Cantilo para darnos una panzada de comida peruana. Me encantó la idea de ir porque, ¿qué mejor que degustar algo que no se come con frecuencia? Y, aparte, porque le guardo un cariño muy particular a esa esquina de City Bell, la de 13 C y Cantilo. Junto con el country de Estudiantes y la quinta de Irene, son —en mi memoria— lugares emblemáticos de la zona, sitios que recuerdo visitar antes de vivir aquí. Esa esquina y esas cuadras siempre me transportan a los paseos de compras de las ciudades balnearias argentinas y, aunque sea brevemente, me siento de vacaciones.


Bueno, pero volviendo a lo que importa. Llegamos al restaurante, ubicado en un pequeño local de esa esquina, en una noche con mucha concurrencia. Conseguimos lugar de inmediato, porque habíamos llegado temprano y teníamos reserva; de lo contrario, dudo que hubiéramos podido sentarnos afuera. Había mesas adentro pero, por la dimensión del lugar, cumplir con el protocolo de distancia hubiera sido imposible. A propósito del protocolo, mi primera decepción fue la forma en que tuvimos que leer la carta. Cuando la pedimos, nos hicieron agregar un contacto en la agenda del celular para, recién después de recibir un código, poder acceder al documento. Si a mí me resultó un tedio y una incomodidad fatal no quiero ni pensar qué hubiera hecho mi madre si tenía que leerla así… creo que se levantaba y se iba. El contexto obliga a prescindir de objetos de mucho contacto, lo entiendo, pero también a reinventarnos de maneras más inclusivas que con ese fastidioso proceso…
 


 

Aún no había llegado Maca para el momento de la elección de los platos. Pero Celeste, Julieta y yo sabíamos perfectamente qué queríamos comer: las tres opciones de degustación. Cuando la moza informó amablemente que eran porciones suculentas, decidimos pedir solo una, el Estilo chimbó, conformado por salmón con crema de gambas y rabas, causa de langostino al punko y tiradito clásico. Porque si iba a disfrutar de la comida peruana, quería algo BIEN típico. Maca, que llegó un rato después, decidió que iba a pedir el lomo salteado con papas rústicas
 

En cuanto llegaron los platos, quedamos atónitas. La vajilla era hermosa. La presentación, deslumbrante. No podíamos esperar. Empezamos con el tiradito, que fue sencillamente perfecto. Lonjas muy finas de pescado, acompañadas por rodajas de palta y una deliciosa salsa que te llevaba la boca a Asia. Entusiasmadas por el debut, seguimos con el de langostino al punko. Pero ya no gustó tanto. El punto del langostino no parecía el apropiado. —En otras palabras, estaba duro.— Y al probar el tercero, la decepción solo se profundizó. Caí en el error de creer que el plato venía también con rabas, pero, por esas vueltas de la sintaxis, lo que venía con rabas era la crema (What?). Ambos tenían tanto sabor a limón y cilantro que el resto de los ingredientes eran indescifrables. Para nuestro bien, los dos traían bastante choclo desgranado, lo que me entretuvo y ayudó a limpiar el paladar de esos sabores tan intensos.
 

Habían pasado diez minutos de la llegada de la degustación, y el lomo de Maca aún no estaba en la mesa. Preguntamos qué estaba pasando. Resultó que "había un problema en la cocina y estaba demorado". —En otras palabras, se habían olvidado—. A la media hora llegó el lomo. El aroma perfumó toda la mesa y me hizo desear haberlo escogido. Yo ya no quería probar nada más, pero Maca comentó que estaba buenísimo aunque se haya hecho esperar. 
 


Las chicas tomaron pisco sour y jato, dos bebidas en las que, obviamente, Perú se hace presente con el pisco. Yo quise innovar y pedí la limonada con menta y jengibre. Pero, pasado un rato, entre los platos y la bebida, tenía tanto cítrico en mi sistema, que si no pedía una Coquita light para cortar, entraba en shock ácido y me desvanecía ahí nomás.
 


Había olor a nuevo, tanto en el lugar como en el funcionamiento. Dijimos que en un tiempo teníamos que volver, con el engranaje más aceitado y por alguna otra opción sin frutos de mar, como la salchipapa o alguna huancaína, y así ver si fue cuestión de nervios del debut sumados a nuestra fijación con el pescado.

Por Vera White
 

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