WEEKEND | 3 SEP 2023

VECINOS QUE CUENTAN HISTORIAS

🤩 ¿Cómo era la Calle Cantilo de City Bell hace 70 años?

Un nuevo relato extraído del libro del Club Atlético y Fomento City Bell. En esta ocasión, una crónica detallada sobre los negocios, hechos y personajes que le dieron calor y color al Centro Comercial de la Calle Cantilo a mediados de la década de 1950.



En una nueva entrega de extractos del libro "City Bell: Vecinos que cuentan historias", les compartimos el texto "La cuadra de mi barrio". El mismo fue publicado por Jorge Büchele, hijo de "Toby" y nieto de Don Tobías, uno de los fundadores de la localidad.

A lo largo de su relato, Büchele realiza una crónica sumamente detallada sobre cómo lucía la Calle 473 (Cantilo) a mediados de la década de 1950. Además, los personajes que le dieron vida a los primeros años del pueblo, como las familias ValentiSoruco, García, Valpreda, Pasarelli, Galmarini, Randazzo y Milano entre otras.


Jorge Büchele: La cuadra de mi barrio

Voy a contar lo que me acuerdo de mi cuadra y mi barrio allá por los años 1954 y 1955, empezando con el Club Atlético y Fomento City Bell.

En el barrio había muchos terrenos baldíos, deshabitados, donde se podía ir a jugar al fútbol, pero como a mí el fútbol no me interesaba mucho, andaba siempre con un grupo de amigos. Uno de ellos era Carlos García, que vivía en la panadería Sol de Mayo, cuyos dueños eran los Valenti pero que la tenían alquilada a la familia García

El padre de Carlos ayudaba en la panadería pero, además, era carpintero y tenía su carpintería en un patio grande en el fondo del terreno detrás de la panadería. Yo jugaba mucho con Carlos (incluso tomamos la primera comunión juntos). Íbamos al Club Atlético, que tenía juegos en la esquina y sobre Jorge Bell, hamacas y pasamanos.

También en el Club Atlético, mi prima y a la vez madrina, Helene Büchele, era bibliotecaria, y ella fue quien me hizo socio del Club. Ella quería que yo hiciera un deporte; de esa forma comencé a aprender a jugar al básquet, cuando la cancha todavía no estaba techada y además servía como pista de baile y muchos otros propósitos. 

Desde sus comienzos la casona del Club Atlético y Fomento City Bell estuvo destinada a las actividades sociales.

En esa época el escenario era de madera y estaba ubicado sobre la Calle Cantilo. Allí se hacían las fiestas de fin de año del Estrada, los bailes de carnaval y de disfraces. Era un ambiente muy familiar, con toda gente conocida.

Hablando de Carnaval, recuerdo que se hacían los corsos en Calle Cantilo, desde Calle 7 y hasta Calle 2, pasando por el centro de la plaza Belgrano, asfaltada (que en esa época estaba abierta al tránsito), mientras que la calle que marca el perímetro era todavía de tierra. 

Todos los plátanos que había sobre Cantilo los había hecho plantar mi abuelo. Había plátanos hasta la Avenida Sarmiento, y más arriba, paraísos. Lamentablemente luego fueron reemplazados por acacias bola y, últimamente, por jacarandás que terminan creciendo todos torcidos.

En aquel entonces, cuando se hacía referencia a Cantilo (la única asfaltada) o a sus paralelas, se indicaba la dirección diciendo que se iba "para abajo" cuando se iba hacia la Estación o "hacia arriba" cuando se marchaba hacia el Camino General Manuel Belgrano

Con esta aclaración vamos a hablar de mi cuadra (Cantilo entre Jorge Bell y 4) yendo "hacia arriba" y empezando por la vereda de los números impares (derecha, subiendo desde la estación). 

Saliendo del Club y cruzando Jorge Bell estaba la panadería Sol de Mayo, y cruzando la Calle 5, un gran terreno vacío y la carpintería de Gildo Valpreda (mucho más antigua que la de García). Solía ir a esa carpintería y, con el permiso de Don Gildo, buscaba retazos de madera en un cajón detrás del banco de trabajo, para hacer autitos y otros juguetes.

Después de la carpintería venía la carnicería de Passarelli o Pasarello. Al principio siempre se decía "vamos a lo de Pasarelli", pero después apareció el apellido como Pasarello y no sé cómo fue el tema. Recuerdo que los clientes de la cuadra venían a comprar la carne con el plato y allí se llevaban lo que compraban.

No había bolsas, y tampoco se generaban muchos residuos. Pasaban una vez por semana los carros de la basura de la Municipalidad de La Plata, que eran carros volcadores; pero habitualmente no había mucha cantidad de basura, y se sacaba en tachos. Incluso, algunas veces la basura no se sacaba a la calle, sino que el basurero entraba a las casas a recogerla. 

 

La esquina de la cuadra en donde vivía Jorge Büchele

Además, se generaban muy pocos residuos porque en casi todas las casas había un gallinero o algún conejo que se alimentaban con las sobras. Otra cosa fundamental en aquella época: la quinta. En el fondo de la carnicería había un departamento que alquilaban y que, por entonces, era ocupado por la familia Feitos.

A continuación de la carnicería vivían mis tíos: Juana Büchele y Esteban Galmarini. Esa casa después fue comprada por José Randazzo. Luego venía un terreno baldío donde después hizo su casa mi hermano Carlos. Mi papá tenía un cuarto de manzana, así que estaba el terreno donde vive mi hermano, después venía la casa antigua de mi papá y un terreno vacío hasta la esquina de Calle 4. En ese terreno mi papá hacía la quinta. 

Con el tiempo mi mamá quiso tener una casa nueva pero más chica, entonces mi papá le vendió a Bugueiro el terreno de la esquina y con ese dinero pudo levantar la casa nueva. Mi papá era el encargado de la usina eléctrica; cuando pasó a CADE (Compañía Argentina de Electricidad) pararon el generador, luego sacaron el motor, hasta quedar sólo el edificio. 

Entonces la oficina de CADE funcionó en mi casa, y el teléfono de la usina, uno de los pocos que había (tenían teléfono el Dr. Raffi, Trebino y unos pocos más) pasó a ser el teléfono de nuestra casa desde donde mi papá atendía los pedidos y reclamos.

La casa de mis padres tenía un garaje donde mi papá junto con Roger Soruco pusieron una vinería en la que se vendía el vino suelto. El vino venía de Mendoza en bordelesas grandes, con el vino tinto, el blanco y el clarete (que ahora sería el rosado), y en bordelesas más chicas venían el moscato y otros vinos dulces. 

Los que más se vendían eran el tinto y el blanco. La gente venía al negocio con la botella o la damajuana vacía y allí se traspasaba el vino que se vendía por litro. Roger Soruco, mientras se ocupaba del negocio, estaba estudiando radiología. En algún momento cerraron la vinería y Roger abrió en el mismo local una casa de fotografía bajo el nombre de "Foto Roger".

En el gallinero de ese lote en la esquina de Cantilo y 4 había doce plantas de mandarinas. En la época en que maduraban, yo las juntaba, ponía un puestito, y las vendía en la puerta de la vinería. Cruzando la Calle 4 había un terreno baldío donde Felipe Milano (padre de Roberto y abuelo de Rubén) tenía un caballo. 

Para ese entonces ya tenían la verdulería sobre la Calle 4. En esa esquina se comenzó una construcción que estuvo mucho tiempo parada, y donde luego funcionó la chatarrería que atendía Felipe y luego continuó Roberto.

Siguiendo hacia "arriba", había una rotisería (donde más adelante estuvo "El Poyino"), también con un departamento en el fondo ocupado por sus dueños; completando esta cuadra corta estaba la tienda "Sa-ho", y a continuación, la plaza.

Un vistazo de cómo lucía la Calle Cantilo hace 70 años.

A esa plaza íbamos a jugar. Hacíamos carritos con rulemanes y corríamos alrededor del mástil porque recién habían puesto las lajas nuevas, bien niveladas. Ahora vamos a hablar de la vereda de enfrente, yendo para arriba en los números pares. 

La esquina de Jorge Bell y Cantilo era un terreno baldío que pertenecía al almacén de Pontalti, una persona muy conocida en el pueblo. Pontalti y mi papá jugaban al ajedrez en el Club Atlético, compitiendo entre sí y participando de torneos. 

En aquella época no había bolsas para las compras. Los productos como yerba, harina, azúcar y fideos se almacenaban a granel en grandes cajones de madera y se vendían sueltos por peso. El almacenero tomaba un trozo de papel de "estraza", colocaba la mercadería en el centro y cerraba el paquete haciendo repulgues desde ambos extremos, formando una especie de empanada de papel. 

Como era muy común en la época se usaba el sistema de venta "con libreta" en la que se iban anotando las compras y que eran pagadas a comienzo de mes, cuando se cobraba. Había palabra y confianza. Después de Pontalti venía el Correo, una oficina al frente con una casa al fondo ocupada por el jefe de la dependencia.

A continuación seguía el Colegio Estrada, que inicialmente era una casa de familia adaptada para funcionar como escuela. Yo hice 1º inferior y 1º superior en la Escuela Nº 12, pero como era medio vago para caminar pedí pasar al Estrada, y después de mucho insistir me anotaron en el colegio que tenía solamente hasta 3º grado, y cuyas aulas eran adaptaciones de dormitorios, comedor y hasta del garaje. 

Con los años fueron incorporando otros grados. Para eso compraron terrenos que daban a Jorge Bell, que eran de los Valenti y eran usados como depósito de arena y piedras. El corralón se mudó entonces enfrente, en la esquina de Cantilo y Jorge Bell, frente al club.

Después del Estrada venía la "borrachería" (así se le decía), un bar de bebidas alcohólicas con el típico mostrador de estaño donde los parroquianos se juntaban a jugar al truco y tomar algo después del trabajo. Más adelante el bar se vendió y lo compró Balderrama, cuya esposa era cuñada de la ex presidenta, y cambió el estilo del negocio, mejoró la limpieza, dejó de ser un lugar de gente "pesada"; hasta tuvo un televisor en el salón.

Yo aprovechaba y a las 4 o 5 de la tarde me arrimaba a la vidriera a ver dibujos animados. Como a esa hora no había mucho público, el dueño me permitía sentarme en una de las mesas y desde allí veía los programas de los pocos canales que había. Más tarde el boliche se cerró y la señora de Balderrama puso una renombrada casa de cafés y bombonería: "Los Mandarines".

La puerta de la Escuela Estrada y los pequeños alumnos.

A continuación había un terreno con un portón en el frente y un galpón en el fondo donde José Randazzo tenía una vinería. Luego estaba la inmobiliaria de Caloyero y Randazzo, con una casa en el fondo (actualmente farmacia y consultorios). Allí trabajaba la que fue después mi mujer, Adela. La conocí cuando hice el servicio militar; cuando salía de franco, como solía hacerse en esa época, salíamos a tomar fresco a la vereda, y allí la conocí.

Siguiendo para "arriba", pegado a Randazzo estaba Adjemián, el "sastre eléctrico". El armenio Garabet Adjemián tenía originalmente una sastrería y se ve que en algún momento se cansó de ese rubro o se hizo antieconómico, la cuestión es que optó por el rubro eléctrico y transformó el letrero de "Sastre" convirtiéndolo en "Sastre Eléctrico". 

Tenía dos hijas y un hijo. El varón fue el reconocido actor Martín Adjemián. Era bastante bohemio y una de sus facetas artísticas tenía que ver con la ejecución del clarinete. Recuerdo que a la hora de la siesta, después del almuerzo, él practicaba con su instrumento, lo que atentaba con el descanso de todos en la cuadra.

Cuando ese local se vendió, lo compró José Randazzo, y puso máquinas de juegos (el primero en City Bell). Allí también estuve trabajando como cajero, cuando ya tenía veinte años; finalmente lo compró Nilda Fernández Uliana y abrió su Galería Gauguin.

Siguiendo estaba el comercio de compostura de calzados (actual negocio de ropa) de Sarkis Minassian (hermano o familiar del padre de Kurken). En el mismo lugar, donde hoy hay un vivero, también lo había en aquel entonces. Su propietario era Guiñazú (que vivía en Calle 15). Unos años más adelante se fueron a vivir a Mendoza

El negocio de Valenti y los juegos del Club Atlético. Foto: CityBellViva.

Recuerdo cuando cargaron todo en un camión Chevrolet '28 y en él se trasladó toda la familia a Mendoza, el matrimonio y cuatro hijos. Uno de ellos, Rubén, tenía mi edad y con él andábamos a las andanzas con los Capolongo.

En ese terreno, antes de que se instalara el vivero, se hacían las kermeses. Tal vez se usaba también parte del terreno de la sastrería porque en ese entonces todos los terrenos eran baldíos y se comunicaban entre sí. Allí se había hecho una pista de ladrillos y se organizaban kermesses a beneficio para fin de año y para los carnavales. Una de las instituciones favorecidas con estos eventos era la Escuela 12, que originalmente estaba en Calle 8 entre 15 y Pellegrini.

Al lado de este terreno estaba la Delegación Municipal, una casa adaptada que después funcionó como Registro Civil, y en cuyos fondos vivía el "abuelo Durso". Allí había un bañito, y tras una cortina de bolsas de arpillera dormía él sentado en una perezosa. La comida se la hacía María Bugueiro, que vivía al lado.

En esa casa nació el kiosco "El Pucho". Como la casa estaba retirada tres metros de la línea municipal, Bugueiro aprovechó ese espacio e hizo una casilla de madera, con una ventana en el frente que se levantaba como techo y allí comenzó el kiosco. Más tarde se levantó un angosto local de material que se conectaba directamente con la cocina de la casa. El kiosco vendía diarios, cigarrillos, golosinas y de todo un poco. Después, cuando mi papá le vendió el terreno de la esquina de Calle 4 y Cantilo, hicieron el kiosco actual y otro local.

Al lado de la casa de Bugueiro había un terreno vacío donde Tonny Di Carlo puso un vivero. En ese entonces vivía en la zona de Abasto, en un barrio hecho por el gobierno de Perón para impulsar la inmigración japonesa. Ellos tenían un vivero grande allá y traían plantas para su venta. En vacaciones de verano yo trabajé un tiempo con Tonny repartiendo plantas en bicicleta.

Ya cruzando la Calle 4 en la esquina estaba la farmacia de Abel Guglielmino y a continuación su casa. La cuadra terminaba en la plaza con un terreno baldío. Yo tenía otro amigo llamado Orlando Gaudicio que vivía en una casa de madera ubicada a los fondos de una de material sobre Calle 4 entre Cantilo y 15 y que daba al terreno sobre la plaza, lugar donde "El Gallego" instaló la calesita.

Y allí terminaba mi cuadra, verdadero centro del pueblo, porque para arriba había quintas y terrenos grandes casi sin comercios.


¿Cómo ser parte del Volumen 2 de "City Bell: Vecinos que cuentan historias"?

Pautas para ser parte de la segunda entrega de "City Bell: Vecinos que cuentan historias".

Correo para enviar trabajos o efectuar consultas para publicar en la segunda entrega de "City Bell: Vecinos que cuentan historias".

Lectura online y descarga de la primera entrega de "City Bell: Vecinos que cuentan historias".

• Para adquirir el ejemplar físico de la primera entrega, los interesados deberán acercarse a la sede del Club Atlético y Fomento City Bell, ubicada en Calle 473 entre 13 C y Diagonal 3.

 
Entregas publicadas del Volumen 1 de "City Bell: Vecinos que cuentan historias"

"La vuelta al mundo en una manzana": Así era City Bell hace 60 años.

"Días de Carnaval": Los inolvidables festejos del Club Atlético y Fomento City Bell en la década del 60.

"El Jardín 911 y su gente": Una institución modelo en City Bell que va por sus 60 años.

"Algo sobre el Colegio Fray Mamerto Esquiú": ¿Cómo era City Bell y su enseñanza hace 60 años?

"El Savoia en los ochenta": Primeros amigos, travesuras y una infancia inolvidable en City Bell.

¿Sabías que City Bell tuvo su propio cine? Amanecer y ocaso de un sueño compartido.

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Dueño de una pluma brillante: ¿Quién es "El Hombre Olvidado" de City Bell?

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